Desde mi pobre entendimiento de la gramática intentaré plasmar mis pensamientos y mis sentimientos en un trozo de papel, pues quiero compartir con los demás que para mí la verdadera esencia de la vida consiste en vivir en contacto con la naturaleza, muy poco me importa no tener la casa más grande, ni más lujosa, si desde mi modesta casa puedo ver las montañas, y como no, el castillo, que aunque no pertenece a la naturaleza, pues está hecho con la mano del hombre hace ya años.
Después están los paseos, ya en plena naturaleza, ahí es dónde se disparan todos los sentidos, la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto, pues todo lo que veo huelo, oigo y toco me gusta, me gusta mucho, hasta tal punto que cuando estoy en la montaña en plena naturaleza, empapándome de toda la belleza que ésta me ofrece, me embeleso en la contemplación de las flores de multitud de formas y colores.
Mientras tanto los pájaros me alegran con sus cantos, los ojos se me llenan del color verde con la visión del musgo y el reverdecer de la primavera.
Y qué decir del río… ya de lejos se oye el incesante susurro del agua limpia y cristalina que va brincando entre las piedras redondeadas, esculpidas a base de lengüetazos que le ha dado el agua en su continuo discurrir por entre sus recovecos, que son el refugio perfecto para algunos habitantes de río como las ranas, que se deben esconder para no servir de comida a las culebras, aunque deben salir con frecuencia a respirar y a calentar sus cuerpecitos con los rayos del sol, que como de muchos animales y plantas es el mejor aliado. Y no sólo viven las ranas y culebras en el río, sino multitud de animales vertebrados e invertebrados, también el gallipato invisible para mis ojos, pues no he conseguido ver ninguno.
También viven las libélulas, aunque éstas, siempre están sobrevolando por encima del agua, pero aprovechan cualquier remanso del río que utilizan sus tranquilas aguas como incubadora para sus siguientes generaciones.
Las riberas de los ríos, como la montaña, los llanos… todos tienen su propia vegetación y flora preciosa y exuberante, porque no le falta el preciado líquido que siempre debería ser incoloro, inodoro e insípido, como nos enseñaban en la escuela cuando yo era pequeña, y vivía en plena naturaleza en el campo. ¿Será por eso que me gusta tanto el verde? El rojo, el amarillo, el naranja, el azul, en definitiva que me gustan todos los colores que ofrece la Madre Naturaleza y todo lo que vive en ella (menos las garrapatas).
Entre todos deberíamos cuidarla como cuidaríamos a la nuestra, pues la tierra es nuestra madre.
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