Como seguro que os habeis olvidado ya de subir a la montaña, pues yo os hago llegar el itinerario que hay que seguir para que no lo olvideis, así que calzaros las zapatillas y para arriba. Venga.
Un día decides subir a la montaña, te preparas la mochila con el agua, el almuerzo, la fruta y a veces, hasta el café. Sales de casa, has de atravesar todo el pueblo, luego llegas al rio, has de pasar por la pasarela de madera, siempre que no se la haya llevado el agua y ya empiezas a pisar la tierra, a ver florecillas, romero, tomillo y ya empiezan a impregnarte ese olor. También vas pisando piedras, que aunque algunas veces, se te claven en los pies, no importa, pues también pertenecen a la Madre. No debes enfadarte con ellas, pues forman parte de la naturaleza y piensa que en alguna ocasión te pueden hacer falta para partir almendras.
Sigues subiendo, te empiezas a encontrar pinos, algarrobos, olivos, cada cual con su olor característico.
Depende del tramo por donde subas, irás viendo unas cosas u otras, pues hay mucha diversidad de flores y plantas olorosas como el romero, el tomillo, el orégano, el espliego. También, y aunque estos no huelan, los helechos, el musgo y los líquenes,
que los hay de varios colores, también están la zarzaparrilla, la madreselva, el brezo, y si para colmo todo esto están en flor, es una fiesta para tus ojos.
Dependiendo de la época del año en la que subas, pues si van en primavera, te puedes
ir a casa con un manojo de espárragos para la cena.
Ah! se me olvidaba el cantueso, esa flor preciosa a la que adoran los abejorros.
Sigues subiendo, a veces bajas un poco para volver a subir otra vez.
Verás montones de florecillas de muchos colores, andarás sobre tierra, sobre roca viva, sobre rodeno, donde llega un momento que la senda te cautiva y cuando llegas al pico, respiras hondo y miras a tu alrededor donde no ves mas que que pinos.
Puedes estar segura que te ha atrapado para siempre y si por el motivo que sea, no puedes subir, igualmente lo vas a desear y echar siempre de menos.
