Eran dos seres alados.
Revoloteaban sus almas
entre España y Lima.
Almas ligeras como el papel
queriendo ser portadoras
siempre de cosas buenas,
algunas perdurables
y otras perecederas.
Batían con fuerza sus alas
para recoger energía.
No se sabía con exactitud
lo que eran,
si duendes, hadas o
simplemente ninfas;
aunque su filosofía de la vida
era la misma:
vive y deja vivir,
sé feliz siempre que puedas.
Parecían casi iguales,
pero tenían una diferencia:
una era musgo aterciopelado
y la otra una roja amapola.
Fina Caballero